En la jerga médica, con “sepsis” se define a un tipo de infección muy frecuente, que puede afectar cualquier parte del cuerpo humano, y cuyo espectro de gravedad es realmente amplio, yendo de leve a severo. Conocerla, detectarla a tiempo, y actuar en virtud de ello es clave para prevenir daños.
Demuestran las evidencias científicas que estos cuadros se producen como consecuencia de un gran conjunto de infecciones de origen bacteriano, contempladas en esta definición más general, y que no están necesariamente relacionadas con un microbio o bacteria en particular, como se creería hace años.
En algunos de estos casos, la enfermedad tiene su nacimiento en una negligencia médica, y su consecuencia principal es que el organismo pierde la capacidad de defenderse ante los ataques externos, quedando vulnerable a microelementos que no deberían causarle dificultades en condiciones normales.
La septicemia neonatal
Dado que este trastorno hace estragos principalmente entre los más pequeños, existe una subclasificación bajo el nombre de “septicemia neonatal”, habitual en partos prematuros, o embarazos en los que, debido a alguna circunstancia específica, el bebé puede tener menos defensas de las que debería.
Por citar un ejemplo, la sepsis neonatal por estreptococos del grupo B se manifiesta al cabo de apenas una semana, aunque se desarrolla durante el parto, y tiene síntomas claramente visibles, entre ellos la temperatura irregular, la respiración acelerada, náuseas y vómitos, etc.
Detección y tratamiento
Ya que muchos de estos síntomas no son nada extraños en los bebés, incluso en aquellos que no tienen sepsis neonatal, hay que prestar atención en las situaciones en las que varios indicios se evidencian juntos, siendo entonces cuando hay que recurrir a la atención médica urgente para comenzar un tratamiento.
Casi siempre, los profesionales de la salud le administrarán antibióticos al bebé, aunque pueden incorporarse otras terapias, como líquidos intravenosos, medicamentos y hasta ventiladores. Justamente por todo ello los recién nacidos con sepsis son tratados en cuidados intensivos.
Actuación del centro médico y negligencias
Médicos y enfermeras deben controlar constantemente las analíticas del sistema inmunológico, que recopilan a través de maquinaria de última generación, para alterar el tratamiento según la respuesta.
La mayor parte del tiempo el bebé permanece en observación, por lo que es fundamental que se le supervise intentando establecer parámetros que podrían indicar que su cuerpo no está respondiendo a la amenaza externa que representa la sepsis, comprometiendo diferentes órganos.
A pesar de los avances en la materia, la sepsis continúa siendo una de las primeras causas de muerte en centros médicos tanto públicos como privados, y también una de las más comunes en reingresos.
En determinadas ocasiones, una negligencia médica por sepsis puede derivar en el fallecimiento del bebé o un adulto internado. Las estadísticas señalan que el culpable suele ser un tratamiento incorrecto.
Sea el propio superviviente de la mala praxis o su familia, es habitual que en esos casos negligentes se interponga una demanda contra el centro médico y los profesionales de la salud, previa intervención de un abogado experto en esta materia, que recopilará las pruebas que demuestren la responsabilidad del equipo médico implicado.