Las infecciones durante el parto representan uno de los riesgos más críticos en obstetricia, ya que pueden desencadenar complicaciones graves tanto para la madre como para el recién nacido.
Si bien existen infecciones que pueden surgir de forma natural, otras son causadas por negligencias médicas que, de haberse seguido los protocolos adecuados, habrían sido evitables. En estos casos, la atención médica insuficiente o la omisión de medidas de prevención pueden ser motivo de una reclamación por negligencia, dado que el sistema sanitario debe velar por minimizar al máximo los riesgos infecciosos.
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Infecciones periparto
Las infecciones en el proceso de parto pueden generarse por bacterias, virus, hongos u otros patógenos presentes en el entorno, en el cuerpo de la madre o en el instrumental médico. Y es que, cuando el sistema inmunitario está comprometido por el estrés del parto, la posibilidad de infección aumenta si no se cumplen las normas de higiene o si el personal médico comete errores en la vigilancia y prevención.
Las infecciones más comunes en este contexto incluyen la corioamnionitis, la endometritis y las infecciones del tracto urinario y respiratorio, cada una con su respectivo grado de gravedad y riesgo de secuelas. La corioamnionitis, por ejemplo, es una infección que afecta las membranas placentarias y el líquido amniótico, y puede ser extremadamente grave si no se diagnostica y trata rápidamente. Otra infección de alto riesgo es la endometritis, que compromete el revestimiento interno del útero después del parto y puede dar lugar a complicaciones graves, si el tratamiento no es oportuno. Ambos tipos de infecciones requieren un monitoreo continuo y medidas de prevención claras y estrictas.
Negligencias en la prevención y manejo de infecciones
En el ámbito obstétrico, la prevención de infecciones es clave y es un aspecto regulado con detalle en los protocolos hospitalarios. Sin embargo, existen circunstancias en las que el personal de salud omite aplicar estas prácticas de manera rigurosa, elevando así el riesgo de infección para la madre o el bebé. Entre los aspectos críticos de la prevención se incluyen:
- Medidas de esterilización y asepsia: La falta de esterilización adecuada en el instrumental quirúrgico, en el ambiente de trabajo o incluso en el lavado de manos de los profesionales puede introducir patógenos que afecten al paciente durante el parto.
- Antibióticos profilácticos: En ciertos contextos de riesgo, como cesáreas o partos prolongados, la administración de antibióticos profilácticos puede reducir drásticamente la probabilidad de infecciones. Si el profesional no evalúa este factor de riesgo o no administra el antibiótico cuando es debido, el paciente queda expuesto innecesariamente.
- Vigilancia y diagnóstico temprano: El monitoreo constante de los signos vitales y el estado de salud tanto de la madre como del bebé es esencial para detectar cualquier indicio de infección temprana. La fiebre, el aumento de la frecuencia cardíaca o dolor agudo pueden ser señales de una infección que requiere intervención urgente. La omisión de estos signos o una respuesta médica tardía constituye un acto de negligencia.
Consecuencias para la madre y el recién nacido
Una infección adquirida durante el parto tiene el potencial de generar complicaciones tanto para la madre como para el recién nacido. En la madre, las infecciones postparto pueden desembocar en sepsis, una reacción inflamatoria grave que requiere tratamiento inmediato y que, en casos extremos, puede resultar en el fallecimiento de la paciente. La endometritis, por ejemplo, puede llevar a una infección crónica en el útero, complicando futuros embarazos o incluso requiriendo intervenciones quirúrgicas adicionales.
Para el recién nacido, el impacto de una infección durante el parto puede ser aún más devastador. El sistema inmunológico del bebé es frágil y menos capaz de combatir patógenos invasivos, lo que lo deja particularmente expuesto a infecciones graves como la sepsis neonatal, una infección generalizada que puede afectar múltiples órganos y poner en riesgo su vida. Otra infección habitual y peligrosa es la meningitis bacteriana neonatal, que se presenta cuando una bacteria infecta las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. En ambos casos, el tratamiento temprano es crucial, y la falta de diagnóstico o intervención puede generar consecuencias irreversibles, como discapacidades neurológicas permanentes.
Detección de infecciones: protocolos y tiempos críticos
Una de las responsabilidades esenciales del personal médico en el parto es la detección y diagnóstico oportuno de infecciones. Existen procedimientos y tests que permiten identificar signos iniciales de infección. Por ejemplo, el control de la fiebre en la madre, los análisis de sangre que miden el nivel de glóbulos blancos o el monitoreo de la frecuencia cardíaca fetal son parámetros básicos y necesarios para detectar riesgos. La ausencia de controles en estas áreas o la interpretación errónea de sus resultados incrementan el riesgo de infección y son considerados fallos graves en la atención sanitaria.
En situaciones de parto prolongado o ruptura prematura de la membrana amniótica, las posibilidades de una infección aumentan considerablemente. En estos casos, la aplicación del protocolo adecuado puede hacer la diferencia entre una intervención médica efectiva y el desarrollo de una infección compleja. Cuando un profesional no actúa conforme a estos protocolos y el paciente sufre una infección grave, se considera que no se ha seguido la Lex Artis ad hoc, o estándar de práctica médica adecuado.
La carga emocional y física de las infecciones postparto
La experiencia de una infección adquirida durante el parto implica no solo una carga física importante, sino también un fuerte impacto emocional tanto para la madre como para la familia. Las secuelas físicas, como el dolor crónico, las complicaciones en el proceso de recuperación y las posibles cirugías adicionales, son consecuencias que afectan la calidad de vida de las pacientes. A esto se suma el estrés emocional, que puede incluir desde la frustración por no poder cuidar al bebé en los primeros días hasta el miedo por posibles secuelas permanentes. En los casos más graves, la pérdida del bebé o una condición médica crónica que resulte de una infección también puede generar un impacto psicológico duradero.
Reclamaciones y derecho a una compensación
Cuando una infección durante el parto es consecuencia de una negligencia médica, los pacientes tienen derecho a reclamar una compensación que cubra los daños físicos, psicológicos y económicos sufridos. Este tipo de procesos se centran en demostrar que el personal médico incumplió con sus obligaciones de cuidado y prevención y que, de haberse seguido los protocolos adecuados, el daño no habría ocurrido. Es clave que el equipo legal tenga acceso a informes médicos detallados y testigos periciales, quienes pueden ayudar a probar que el nivel de atención prestado fue inferior al esperado.
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